Hay un show -que por su popularidad- repiten ad infinitum en el cable de EUA. Se llama “Sex and the City” y trata las andancias de cuatro mujeres profesionales en el medio del centro financiero del mundo, Nueva York.
Uno de los personajes, y nuestra regalona porque dice las cosas sin tapujos, Samantha hace y deshace como quiere sus relaciones de poder (lease con los hombres). La cuestión se pone preocupante cuando se enamora (la ilusión de creer en una realidad imaginada) de un tipo que es poderoso, rico, atractivo, se las sabe todas, etc. Claro, a ella no le gusta los compromisos por lo que una relación promíscua les calza a ambos perfectamente. Y como un twist no puede faltar, él es del grupo de los que prometen que van a cambiar y que eso de meterse con otra no es importante porque quién es la más linda es ella. Y Samantha le perdona. Una y otra vez. La clásica cuestión de autoengaño que sirve por un tiempo pero luego se desparrama…Cuando el tipo le ha jurado y rejurado fidelidad hasta el cansancio y Samantha aún no se recupera de la sospecha que hay gato encerrado, pasa lo que tiene que pasar, lo descubre nuevamente con otra chica. Y ahí se da cuenta de que es ella quien alimenta la situación torturosa. Y toma la justicia en sus propias manos.
La escena es bella. Samantha figura afueras del edificio lujoso (del que por supuesto es dueño el jetsetero) con miles de hojas rosadas chillonas fotocopiadas con una foto del tipo y bajo escrito: “Esto es un hijo de puta. Tengan cuidado.”. Prosigue con una cinta adhesiva enorme a pegar por los postes, y repartir a los transeuntes, los panfletos. Una policia la para y le dice que esta prohibido pegar anuncios y Samantha le responde “A este imbecil lo pillé en la cama con otra. Me dijo que me quería”. Ante lo cual, la policia le dice “Siga nomás”. Al final, el episódio termina con la cámara subiendo y desde un ángulo águila vemos como Samantha reparte al viento su venganza. Y así se libera (en parte) del engaño.
Mientras los secundarios de Chile (que aún no pueden votar pero los rondan los jotes de siempre pensando en cómo hacerlos ingresar a los partidos) hacen lo suyo, fue poca noticia que se funara al asesino de Victor Jara. Edwin Dimter se llama ahora (en el Estadio Chile se hacía llamar ‘El Príncipe’) y trabaja en el Ministerio de Trabajo(???).
La escena ‘funa’ en medio de Manhattan es la favorita de las Curvas. Porque muestra como al mirarse las manos uno puede descubrir y hacerse cargo de la justicia. En todos los niveles…
Samantha es la chica a la derecha en la foto.
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