Quizás la nostalgía sea la caracteristica más burguesa. Theodor Adorno advertía que el círculo burgués de la nostalgia es “lo desalmado de aquellos en los márgenes de la civilización, la autodeterminación prohibida por la necesidad diaria, simultaneamente atractivo y tromentoso, se convierte en el fantasma del alma de la ‘gente bien’ a quienes la civilización ha enseñado de avergonzarse por el alma”.
Entonces, nada más prepotente y hasta pedante creer en una nostalgia estrictamente personal. Imaginar un origen en la misma persona por sobre la Historia. Pensar, que sin él mismo, no hay centro y por lo tanto, no hay periferias. Todo se confunde y se funde en el mismo ser. La etapa de un mandatario -lejos de ser un simple mortal y funcionario público- llega a su fin. Y se relata esta nostalgia en términos visuales.
“Todo fín de una etapa conlleva una nostalgia. Estoy como todas esas escenas de películas, en las que el galán se despide de la dama en la estación de trenes, o cuando Humphrey Bogart se despide de Ingrid Bergman en la escalerilla del avión en Casablanca"No hay nadie que pare a Anna Karenina cuando se arroja frente un tren. No hay heroe que salve a Julieta de las reglas sociales. Y Chile, no es una familia feliz. Reinventarse mediante una campaña de relaciones públicas no significa que el arbol muerto dé cobija. Ha muerto porque fue nutrido por políticas de Estado nefastas.
La nostalgie de la boue (la nostalgia por el barro) de Lagos es inaceptable. No añoremos la “época dorada” laguista, la que deja a plantas nucleares y hidroeléctricas para abastecer a las empresas que socavan los recursos necesarios para un futuro esplendor. La misma que indultó y maquinó para el beneficio personal del Rey.
La puerta es ancha. Y la cerraremos con llave.
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