A los tres años Raulí y yo jugábamos en un jardín de La Habana, entre ceibas y palmeras, en el Foxa, un edificio con forma de libro en que se alojaban las familias de profesionales extranjeros que apoyaban la revolución naciente.
Raulí era moreno, algo pequeño para su edad, pero corajudo y travieso. Me perseguía hasta alcanzarme y entonces me tiraba una trenza con ternura. Los niños chilenos que vivíamos en Cuba a comienzos de los sesenta aprendimos a hablar con tono caribeño y a caminar en medio del fervor romántico del triunfo revolucionario. Raulí y yo íbamos a un círculo infantil atendido por prostitutas reformadas. Mi padre era miliciano y podíamos acompañarlo en la campaña de alfabetización por las zonas rurales del Escambray, Remedios y Matanzas.
Los papás de Raulí eran arquitectos y –como los míos- viajaron a Cuba para apoyar con su trabajo ese proceso pionero en Latinoamérica.
Veinte años después, en el oscuro Chile dictatorial, el niño de mis recuerdos infantiles se convirtió en mi comandante, mi superior en la lucha clandestina, el jefe de la fuerza político-militar conocida como Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el líder máximo del brazo armado del pueblo.
Yo no sabía que él era él. Cada vez que lo vi estaba encapuchado o con su faz cambiada por diversas técnicas de enmascaramiento. Pero él si sabía que yo era yo: la niñita a la que le tiró las trenzas en el Foxa. Por cierto, jamás mostró ni un solo gesto de cercanía. En esas atroces circunstancias, la menor familiaridad podía significar la muerte. Así que él mantuvo a ultranza las normas de seguridad y la distancia precisa entre un comandante de la insurgencia y una de sus subordinadas.
Para entonces, Raulí se había convertido en un hombre de voz profunda y hermosos ojos oscuros. Aún en condiciones extremas y tensas, él parecía sereno, como si el destino existiera y nadie pudiera escapar de su marca a fuego.
Raulí se llamaba entonces Comandante José Miguel, o “factor insignia”, o “número cien”. Todas chapas que encubrían a Raúl Pellegrin Friedmann, el joven chileno cuya vida había sido cercenada de cuajo por el Golpe de 1973.
Su casa fue allanada y destruida. La familia debió asilarse en la Embajada de la República Federal Alemana. Allí estaban esperando ser expulsados del país cuando el adolescente dijo a sus padres: “No quiero que me digan nunca más Raulito. Desde ahora soy Alejandro para siempre.”
Exiliado en Frankfurt -Am- Main, el niño se preparó sin descanso para volver a la patria transformado en un guerrillero. Formó el conjunto musical Víctor Jara, amasó empanadas, bailó cueca y refalosa, juntó fondos para la solidaridad con Chile, denunció la prisión y tortura a sus compatriotas, fue el mejor alumno posible aún enfrentando un idioma complejo.
A fines de 1976 la familia se trasladó a Cuba donde los esperaban antiguos amigos de su primera estada, doce años antes. Raúl Pellegrin ingresó a la formación militar en la Escuela Inter Armas General Antonio Maceo. Allí destacó por su capacidad de liderazgo, su brillante inteligencia y su agudo sentido del humor, capaz de transformar los peores momentos en una fiesta.
Con el nombre de combate de Benjamín, el joven oficial adquirió experiencia y fraguó victorias en Nicaragua junto al Frente Sandinista, y contribuyó en la formación de unas fuerzas armadas revolucionarias en ese país.
En 1980, la dictadura chilena gobernaba sin contrapeso y había aprobado de manera fraudulenta la constitución pinochetista que nos rige hasta hoy. En Estocolmo, el máximo dirigente del PC, Luis Corvalán señalaba: “Es el fascismo el que crea una situación frente a la cual el pueblo no tendrá otro camino que recurrir a todos los medios a su alcance, a todas las formas de combate que lo ayuden, incluso a la violencia aguda, para defender su derecho al pan, a la libertad y a la vida”. Clodomiro Almeyda, Secretario General del Parido Socialista, declaró en Madrid: “Se abandonan las ideas aperturistas, y se da paso a la lucha insurreccional”. El Partido Radical, el Mapu, el MOC y la Izquierda Cristiana también adhieren a esta estrategia que incluye la resistencia armada.
Raúl Pellegrin y unas cuantas decenas de combatientes decididos y valerosos fueron la punta de lanza de esa política de la rebelión popular impulsada por el Partido Comunista y toda la izquierda chilena. Ingresó clandestino a Chile con la tarea de dirigir el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Eso exactamente hizo, produciendo una profunda identidad de los sectores populares con el movimiento armado, que ayudó a impulsar en todo el país las protestas, las barricadas, las acciones de propaganda armada y los apagones. Cada vez eran más masivas las manifestaciones contra la dictadura, tanto así que en 1986, fue posible visualizar la capacidad operativa del Frente, con el atentado a Pinochet y el descubrimiento de los arsenales en Carrizal Bajo.
Después vinieron el Acuerdo Nacional y el llamado a inscribirse para el plebiscito de 1988. Un sector importante del Frente, encabezado por Raúl Pellegrin, rompió con el Partido Comunista –o viceversa- puesto que los jóvenes combatientes consideraron que por el camino de la negociación política sólo se perpetuaría el sistema neoliberal y autoritario con remiendos que en cualquier caso le volvían la espalda a la clase trabajadora.
Equivocado o no –la verdad es que los hechos y el tiempo parecen darle toda la razón- el Comandante José Miguel no predicó desde una cómoda sala alfombrada ni se engolosinó con una candidatura burguesa. El puso su cuerpo y sus talentos en juego. El cumplió la palabra empeñada. El conservó la lealtad con tantos compañeros que cayeron luchando.
Mi Raulí no envió a nadie a la guerra y se quedó mirando desde un escondite. No. El mismo dirigió las acciones, encabezó sus destacamentos, en la calle, en el campo, arriesgando la propia vida.
Según su estrategia de la “Guerra Nacional Patriótica” el Frente autónomo atacó un cuartel policial en Los Queñes, días después del “triunfo del NO”. Se trataba de una operación de propaganda armada que falló en sus procedimientos.
Raúl Pellegrin y su pareja,Cecilia Magni, habían dirigido el ataque. Fueron perseguidos, cercados y muertos tras esa acción, en una confusa sucesión de hechos y mentiras que aún no se esclarece.
Aún recuerdo el temor de muchos compañeros de asistir al funeral de Raúl. Temor a la dictadura, que aún estaba en el poder, pero también a las interpretaciones políticas de los dirigentes del partido. Tantos que debieron estar allí y que no le rindieron el homenaje debido por absurdas pequeñeces. Tampoco olvido la tristeza de no poder enterrarlo junto a su compañera en la lucha y en el amor.
Bueno, así son las cosas. Así laceran los dolores más propios, los pecados más nuestros, la falta de humanidad y de justicia con nuestro mejor hermano. Esas son las heridas más sangrantes, las que dependen de nosotros y no del enemigo.
Después de veinte años, no olvido el hermoso rostro muerto de mi Raulí, su cuerpo cubierto con una bandera del Frente, en una asoleada mañana de cuando creíamos aún que éramos puros. Después de veinte años, tengo la convicción de que se le debe al Comandante José Miguel los honores de general del pueblo que merece. Mientras espero que esa deuda se salde, yo al menos lo saludo orgullosa, proclamo mi admiración por él, me cuadro ante el héroe, y recuerdo con una sonrisa la forma tierna y juguetona en que me tiraba las trenzas en La Habana.
13.1.09
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19 comentarios:
hermoso y terrible.
Bonitas aventuras, estaría bueno como para guión de pelicula.
Para los no guerrilleros, y que tuvieron que sufrir las consecuencias: torturas, exilio, crimenes, etc....una inconsecuencia.
Ah, olfateo la nefasta influencia de Isabel Allende en esta pluma, maldiga Dios a García Marquez y todos los engendros realimágicos que trajo a este mundo!
O quizás solo soy yo que deliro. PIdo disculpas.
Bien hizo en morirse el comandante en ese momento; el fin de los tiempos heroícos lo hubiera enfrentado a la necesidad de pagar la cuenta del gas o competir electoralmente con gordos o Cicciolinas. Hubo un guerrillero aquí tras los Andes, Gorriarán Merlo, que huyó a Cuba y a Nicaragua y dirigió el asesinato de Somoza en su exilio paraguayo. Y vuelto aquí montó un ataque a un cuartel militar en los primeros años de la democracia que fue despedazo en horas. Y lo arrestaron luego caminando en Mexico DF. Al fin estuvo preso y pudo dar entrevistas y conferencias explicando sus razones al Mundo - que era lo que siempre quiso hacer, se le notaba - pero nos aburrimos pronto de él y su nombre no figura en ninguna canción y su cara en ninguna remera. El que le tiraba las trenzas a Jiles tuvo más suerte, como el Che.
Más admiro a los que sí se engolosinaron con una candidatura burguesa.
No comulgo con los y las que exaltan tonteras que ellos y ellas no son o no fueron capaces de hacer por sí mismos. Pellegrin, otro aspirante a negrero, sencillamente; otro gil al que el tiempo y la "correlación de fuerzas" no le permitieron ensayar sus dotes de pequeño dictador.
La veldad es q ni sabemos quien pellegrini...pero suena a guion.
Sólo que el guión vendría siendo pura vida -y muerte- real, osea, más bien se trata de un documental si queremos usar el tono fílmico.
Y el hecho de que no lo ubiquen personas informadas, inteligentes y progresistas como ustedes, es lo que intento combatir.
Arriba de los cadáveres de varios Pellegrin está instalado el trono de la Concertación.
Raúl Pellegrini, (José Miguel, el chico), jefe del FPMR. Oriundo del barrio Independencia, cuna de choros, vivió en Cuba cuando niño, fue oficial de las FAR cubanas y peleó como regular en Nicaragua, volvió a Chile en los 80s si mal no recuerdo. Murió mientras se retiraba del retén de carabineros de Los Queñes, intentando una emboscada tipo guerrilla rural. También murió en esa acción Cecilia Magni (Tamara).
Igual que Miguel Enriquez, fue de los pocos que terminaron combatiendo, muy valientes y respetables yo creo, a diferencia de otros hipócritas que "luchaban" de la boca para afuera y se dieron la gran vida amparados en la solidaridad internacional y ahora se las dan de heroes.
Militarmente no tuvieron mucho éxito, el atentado al General Pinochet anduvo todo mal lo mismo en Los Queñes, pero fueron bien decididos.
Ah, Pamela, qué bueno verte retornar a la "zona de combate" para regalar tu historia y tus recuerdos (me cepillé los dientes especialmente para escribir con mayor dignidad).
La lucha por la libertad humana, sea cual fuese su definición, ha persistentemente significado el sacrificio humano y el auto-sacrificio aliñados por un cierto aroma de idealismo. Desafortunadamente, la lucha (armada) contra el "sistema" fue siempre marcada por su eventual fracaso. Pero las ideas que la hicieron posible siguen siendo, de alguna forma, poderosas.
Apuesto a que tus trenzas siguen bailando en el viento.
El Doc
si yo creyera en dios ,comenzaría el coment con la tipiquita frase de "o dios mío", pero como tampoco de existir creo que sería mío ...en fin...
Quedé ultra emocionada, los relatos que desmitifican desde la calidad de héroes a quienes han marcado al menos mi opción y desarrollo político, siempre se agradecen. Yo si sé quién fue y es el comandante, bellisimo e interesante hombre, esperable en todo caso si fue parido con la Tita Friedmann
De partida, creer que su apellido es Pellegrini, y no Pellegrin ya es ignaorancia... no me extraña. La traición a los combatientes por la libertad también incluye el aval de tantos compatriotas ciegos de esperanzas por volver a cualquier forma de democracia en 1988, vontando por el NO, que era justo el aval que necesitaba la Constitución de Pinochet. Así escogieron el mal menor, y es lo que tienen hoy. En realidad es tan cierto eso de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Hoy, mientras siga esta estupidez, ahí tienen a Piñera o a Frei para el deleite de los megaempresarios, y la gente común y corriente, seguirá en la mediocridad de esta democracia cartucha, que Pinochet diseñó para todos uds. que se metieron en su baile. Los que fuimos militantes del FP junto a Raúl Pellegrín, podemos decir con la conciencia tranquila que nunca confiamos en la Concertación ni en los viejos que no fueron capaces de ver que la FFAA son un títere de la clase burguesa. Y eso incluye a Cheyre, por cierto.
Hemos publicado tu columna en nuestro sitio www.g80.cl
xavier:
a ver, por qué no te extraña que no se sepa quién es pellegrin?
y estás tremendamente equivocado al decir que cada pais tiene el gobierno q se merece.
eso.
eso de hacer juicios de valor ético (que es lo que se subentiende) basandose en los conocimientos concretos que tenga o no una persona, es bastante arbitrario, por decir lo menos.
una onda prejuiciosa, por lo bajo. totalitarista, por lo alto.
está bien, es una historia conmovedora y bien escrita... pero jiles para variar se basa de barsa al plagiar párrafos completos de otro artículo publicado en otro sitio (si citarlo) para escribir el suyo propio (ver aquí)... parece que no están tan errados quienes dicen que esta mina le gusta lucirse con la ley del mínimo esfuerzo...
Doc, que placer volver a encontrarnos. Sí, unas trenzas imaginarias se me vuelan todavía.
Ulschmidt: tienes un extraño concepto de "suerte". Circular en remeras traspiradas no me parece un destino feliz.
Xavier: gracias por difundir mi columnita.
Anónimo: todo lo que tu quieras... pero doy la cara. No soy un cobarde.
Felicito a Pamela por la columna, que bien hace recordar a nuestros verdaderos héroes.
esto sí es extraño, pamela invita a dar la cara y acusa de cobarde a quien no lo hace... y sin embargo su (¿su?) artículo básicamente busca hacer una reivindicación de alguien que ella misma presenta como quien la dirigía, encapuchado o enmascarado... ¿en qué quedamos?
claro que es justo reivindicar a quienes dieron todo por la libertad de Chile!
lo barsa es plagiar otros artículos sin citar la fuente, lo que sumado a la petulancia de autoarrogarse una importancia que no se tiene da una muy mala combinación...
el drama del frente fue que nunca tuvo una política propia, nunca poudieron ir mucho más allá de haber sido al aparato armado del partido estalinista. y ese mismo edipo estalinista fue el que los arrojó de lleno a la muerte.
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