26.1.06

La Miche en Nueva York

El tren, que viaja entre Washington y Nueva York, hace un recorrido que da cuenta del antiguo y desvanecido industrialismo de EUA. Se pasa, con el tu-tún nostálgico, por ciudades y barrios con fábricas abandonadas. Los pasajeros muchas veces van por el dia a la ciudad cosmopólita. Tipean y hablan por celular de manera que es dificil dormitar pero facil e involuntariamente enterarse de cada cosa que se trama. Las conversaciones ocilan entre negocios, asuntos domésticos y planes de lobby. Fue así como escuché que mi compañero de asiento se dirigía al mismo lugar que yo, al Consejo de las Américas. Reune -nada menos- las empresas y personajes más poderosos del hemisferio.

La Miche entró al salón repleto de gerentes generales, académicos, diplomáticos y uno que otro curioso (Hola Curvas!) con esa sonrisa famosa. Detrás de ella, el embajador ante la ONU, Heraldo Muñoz. Las curvas hablaba con amigos del pasado que estaban bastante asombrados por el interés. “Se las trae” dijo un embajador mientras un académico distinguido trataba de ubicarla en el rombecabeza del poder chileno. Bachelet empezó con un discurso en inglés poco fluido para terminar con una sesión de preguntas más nítida. Muchos levantaron la mano (incluyendo las Curvas). Entre otros, el pasajero del tren que finalizó el asunto con una pregunta que nadie entendió. No sé si fue por la falta de modulación o por lo rebuscado. En todo caso, la Miche (con lenguaje de cuerpo defensivo) le respondió a lo que ella escuchó. “No, no, that is not what I asked” insistió el británico/australiano(¿?). “¿Cuál es tu plan en la area minera? ¿Pretendes algo parecido a Bolivia?”. Afinamos los ojos para ver el nombre en la tarjeta. Claro, ahora tenía sentido. Pertencía al lobby minero en Washington. Y vaya, ese tono agresivo no correspondía. La Miche siguió respondiendo que el Royalty, que la importancia de las empresas de recursos naturales y que el desarrollo sustentable. El preguntón de la última fila no quedó contento. Es más, al finalizar se juntó con un grupo que por ignorancia no pude reconocer. Ahí miraban con ojos de aguila, el paso de la Miche hacia el gran comedor donde se ofrecía una cena en su honor.

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